domingo, 15 de agosto de 2010

Ya no puedo no hacer daño

Todas las palabras que borré de la punta de mi lengua, porque no podían ser dichas, las guardé en un cajón, al fondo y a la izquierda.

Y el cajón ya no cierra, no caben, se me salen.
Escapan a borbotones, resbalan por mi pecho y mis piernas y hace días que no dejo de tropezar con ellas.

Y en realidad qué más dará, si los silencios siempre fueron rebeladores.
--- Esclavos de nuestras palabras ---

Nadie quiere regalos a corto plazo. Cosas bonitas de prestado.
Nadie quiere unas alas hipotecadas y avaladas con la más total y absoluta de las insolvencias.
Nadie las quiere, por mucho que se lo crea.

No, no quieres.

Tanto tropezón va a llevarme, al final, al suelo.
Y así tendré, al final, lo que merezco.

1 comentario:

niña de azucar dijo...

A veces cuesta de creer lo que se quiere...