miércoles, 21 de septiembre de 2011

Avanzadilla

Mareada; De las vertiginosas vueltas que da la vida.

Y que si no te tuviera, me caería tan abajo... Tanto...
Porque tú me tienes tan recogidita entre tus brazos... Tanto...

Estas alas en mi corazón descerebrado, que son reclamo y condena de tu amor incondicional, no dejan descansar a mi susto de perderte algún día, el menos pensado.
Pero ahí están. Como mis piernas nerviosas, como mis ojos pequeños, como mis manos torpes y mis ataques de risa. Como todas esas cosas que tanto te gustan.

Y tanta culpa arrastrada, pesada, saturada, me hace volver la vista siempre atrás. Ya veo que empiezo a caminar viejos senderos y por más consciente que soy del error, por más que siento correr el aire que deja tras de sí el guantazo que me espera, allí voy.
Idiota recurrente. Cabezota.

Incapaz de convencerme de que quienes merecieron tales esfuerzos se quedaron aquí pagando el precio de la pérdida. Que aguantaron chaparrones de dolor porque vieron más allá y valió la pena esperar. Mis niños dulces.

Quise tanto y tan fuerte rozar otra vez tu piel, besar tus labios de vestiduras inocentes, perseguir tu olor en todas las esquinas. Pude llegar a amar tanto ese temblor de florecilla pequeña y débil que sentía recorrer tu cuerpo cada vez que nos acercábamos, que me parece que no sé dejar de excusarte. Aunque sepa que no tienes excusas.

Son estas malditas alas en mi corazón descerebrado.
Pero ahí están, como todas esas cosas que tanto te gustan.

martes, 6 de septiembre de 2011

Aunque ya de igual

Yo te hubiera querido más.
Más tiempo.
Y mejor.

Pero entonces no lo sabía. No lo vi.

Me perdí entre mis mentiras y no supe nunca volver.
Me perdí en mi mundo de excusas infantiles.
Me desorientaron tus flaquezas y dejé de ver la luz que era mi guía. Y me cansé de llamarte a gritos porque tenía miedo y era tan pequeña... Me cansé de que no vinieras.

Así fue sencillo que me dejara caer hacia atrás, al abismo, sin mirar jamás quién me esperaba abajo.
Tú no. Nadie.

Podríamos haber habitado nuestras ausencias con nuevas ganas, con nuevas fuerzas, con nuevas ilusiones. Seguro que podríamos haberlo hecho.
Pero fuimos incapaces.

Y por más que pude y quise, porque pude y quise, nunca reuní la inercia necesaria para volver.
Me faltó el impulso. Una insuflación que no se completaba.

Y ahora me azota el pensamiento sin parar la idea absurda y destemporizada, objetivamente estúpida e innecesaria. No se va, no la difumina el tiempo por más que pase y pase.

Yo te hubiera querido más.
Mucho más.

Ahora lo sé. Lo veo.

La historia de mi vida

Todos los veranos echo de menos el invierno.

Todos los inviernos añoro el verano.

Puede que la sensación de ser perseguida por mi propia trampa sea el motivo de mis ojitos tristes. Puede que por eso tenga tan a bien esconderme entre tus brazos estos días.
Tápame, escóndeme. Que no pueda encontrarme.