Tuve por un tiempo la esperanza (idiota) de que no fueras tan predecible como parecías, como me habían asegurado. La esperanza de que después de mí y de mis golpes no volvieras al camino errado del que venías.
Llegué a pensar que podías prescindir de esa heroína que te anula, que resta credibilidad a tus palabras y valor a tus contadas acciones. Esperé que tuvieras la valentía necesaria para empezar por fin a caminar sola.
Tengo que confesarte que de todos modos la sorpresa no fue tal.
Mejor mal acompañada que sola...
La marcha atlética es para los cobardes.
jueves, 20 de septiembre de 2007
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