Una vez perdí una libreta.
Estaba llena de letras. Importantes.
Ya da igual. Ni siquiera puedo recordar sobre quién hablaban.
Una vez perdí un padre.
Pero, ¿qué más da, si tengo otro?
Una vez perdí un trozo de mi alma. Y el corazón entero.
No importa. Resultaron no ser tan importantes para seguir viviendo.
Voy perdiéndote por el camino y aún no habías acabado de agarrarte a mi camisa.
Pero tranquila. Soy sobrevivible, sustituible, temporal. Igual que tú.
La pérdida se traduce en dolor, en vacío. Intensos, inmensos.
Luego, con el tiempo, en una sensación de extraña rendición, de resignación, de tedio.
Sin darnos cuenta, sin trances, sin metamorfosis ni transiciones, nos encontramos ajenos de repente al que fue el eje amargo, pesado y putrefacto de nuestra vida.
Se fue.
¿Y ya está?
No, nunca se va.
Simplemente es sobrevivible, sustituible, temporal.
Temporal para siempre.
Acumulable...
jueves, 2 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¿te puedo decir que estoy de acuerdo? besos mil
Me puedes decir siempre, todo.
Quiero abracitos.
Gracias mil millones.
Publicar un comentario