viernes, 23 de noviembre de 2007

Las puñetas son mi secreto (dicen)

Hay días en que no debería permitirme según qué canciones, porque no.
Como hoy, que me han salido horas y más horas de todos los rincones, y aquí estoy todavía, y no sé por qué.

Y hoy hablando del tiempo, de ese que corre en círculos, me he acordado de mi ángel... Estoy segura de que te acordarás siempre de aquellos días en que me ponía tan cabezona y te decía que no me convenías, que a tu lado iba a envejecer muy pronto y se me iba a escapar la vida casi sin darme cuenta. Y es que contigo el tiempo era siempre una gacela frenética, imparable, incontrolable.
Pero yo te quiero igual, aunque nadie lo entienda, ni siquiera tú. No importa, te quiero igual.

Aunque sea como la niña guapa y el niño difícil de adjetivar cuando cantan así, como medio dormidos, a la amapola ingrata y sola. Aunque sea así, pero quiero cantar. Y luego quiero hacer algo con esas letras que salten del papel, por fin, después de tantos años. Regalarlas, quizá...
Claro que sí, si yo no quiero nada, siempre lo digo. Como mi amigo que es un pez, y tampoco tiene nunca nada suyo, y por eso me gusta tanto y a veces me convence.

También se me ha ocurrido hoy que cuando tú y yo tengamos esa casa con jardín y piscina, pero sin perro, que tanto deseas, no quiero dejar mis notas de amor en un post it o en la nevera enganchadas con un imán del Telepizza o, peor, Souvenir de Paris... Quiero una pared entera para mí, me da igual si es pizarra o azulejos de esos que se borran (que sé yo que existen, que los he usado), o lo que sea, pero quiero una pared. Y la quiero en la cocina, porque me gusta la cocina más que ningún sitio de la casa.
He dicho.

Falta menos de una semana para que empecemos a cumplir nuestras promesas prometidas y quiero que luego ya no paremos nunca de cumplirlas y de prometernos cosas nuevas. Y aún no lo sé, pero puede que cuando te oiga respirar suave mientras duermes me lo crea todo de una vez. O puede que suceda cuando despiertes a mi lado, o quizá cuando te agites agobiada pensando que la cuarta noche ya no seré para tí. Pero si después de todo sigo sin creerlo, tú no te desvíes, que yo te sigo cada vez más de cerca y ya, casi casi, te pillo.

Y que yo nunca prometo cosas, porque siempre digo que prometer es de incumplidores, pero lo digo y vale igual, porque en realidad es lo mismo, pero yo soy así de caprichosa.

He quedado este finde, con unos cuantos amigos, para comernos un jamón entero y un cordero entero. Es que ellos han hecho mucho hincapié en eso de "entero", y no sé por qué. Supongo que porque son muy machos y eso de comerse un cordero entero queda como muy Obelix y les debe molar. Yo preferiría comer ensalada de tomates enteros con lechugas enteras y un queso entero, pero me parece que eso no es tan vikingo (o galo) como lo otro. El caso es que tendré que ponerme un neopreno porque pretenden que nos bañemos en la piscina y eso sí que no. No.

Mañana voy a madrugar, un poco, para ir a correr un rato. A ver si dejo de estar tan comunicativa, que no me pega, y suelto un poco de verborrea por las piernas.


No me lo tengan en cuenta...

No hay comentarios: